jueves, 14 de agosto de 2008

Más allá de una “realidad” hiperrealista. Laura Gómez Mejía


Ron Mueck

Es un escultor hiperrealista, nace de una tendencia radical de la pintura realista surgida en Estados Unidos a finales de los años 60 del siglo XX que propone reproducir la realidad con más fidelidad y objetividad que la fotografía. A veces se confunde con el Fotorrealismo que es menos radical.


Mueck nace en 1958 en Australia, actualmente vive en Inglaterra. Su origen profesional fue en el mundo de los efectos especiales para el cine. Sin embargo ya había dado un paso hacia el mundo del arte aprovechando su talento para desarrollar creaciones plásticas con un realismo sorprendente.

Mueck se mudó a Londres para establecer su propia compañía, creando utilería y “animatronics” para la industria de la publicidad. A pesar de ser altamente detallados sus trabajos, eran diseñados para ser fotografiados desde un ángulo muy específico, ocultando así el desorden de la obra vista desde otro ángulo. Mueck con más y más frecuencia deseaba producir esculturas que se vieran perfectas desde cualquier ángulo.

En 1996 Mueck cambió hacia el “arte refinado” colaborando con su suegra Paula Rego, para producir pequeñas figuras como parte de una escena que ella estaba mostrando en la Galería Hayward. Rego lo presentó con Charles Saatchi quien inmediatamente quedó sorprendido con su trabajo y comenzó a coleccionar y solicitar trabajos. Esto lo dirigió hacia la creación que le formó un nombre a Mueck, “Dead Dad” (papá muerto) que es una escalofriante e hiperrealista obra de silicona y otros materiales, del cuerpo muerto de su padre, reducido aproximadamente a dos tercios del tamaño natural. Es la única obra de Mueck que usa su propio pelo para el producto final.


Las esculturas de Mueck reproducen fielmente los detalles del cuerpo humano, pero juega con la escala para crear imágenes que nos sacuden. Su obra de cinco metros “Boy”, fue mostrada en 1999 en el “Millenium Dome” y más tarde se exhibió en la “Biennale de Venecia”.






Mueck ha ido logrado un ascenso imparable gracias a un lenguaje sólido dentro de la escultura contemporánea. De hecho, ha expuesto en centros tan importantes como: The National Gallery de Londres, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington, el Brooklyn Museum of Art de Nueva York, la Nationalgalerie de Hamburgo, la The Saatchi Gallery de Londres, y en el 2001 estuvo presente en Biennale di Venezia.

La Fondation Cartier presenta por primera vez en Francia una exposición individual de este internacional artista y para la ocasión, Mueck ha creado un conjunto de esculturas -dos de las cuales son de escala gigantesca-, que generan una relación muy interesante con el edificio de la fundación ya que éste está completamente acristalado en todas sus paredes, lo que otorga un carácter aún más real a las piezas en su relación con el entorno.





Todas y cada una de las obras poseen una imponente presencia gracias al hiperrealismo de sus formas, que Mueck logra con una minuciosidad única. Sus figuras humanas obligan a cuestionar si su pertenencia está anclada al mundo real o al mundo imaginario, ya que las estrategias de imitación que desarrolla el artista van más allá de lo meramente visible al lograr aportarle también a las figuras, la expresión de emociones individuales.

Me parece que lo cómico y en cierto sentido irónico del asombroso trabajo que realiza este gran escultor, es el hecho que es uno de esos creadores que ha llegado al mundo del arte casi por error y a medida que pasa el tiempo se logra ver la experiencia, practica e identidad que adquiere el artista, haciendo de sus obras no solo ojo a percibir muy realista sino que contradictoriamente hace que estos vayan más allá de la realidad jugando con sus formas, escalas y sobretodo su casi obsesión por los minuciosos detalles.

Normalmente, Mueck usa silicona y acrílico para crear sus piezas porque estos materiales permiten una alta maleabilidad, sin embargo, es importante destacar que en sus obras monumentales el dominio técnico sigue estando presente al lograr igualmente, una gran expresión de sensibilidad. De hecho, una de las cosas que más incita el trabajo de este creador es apreciar el detalle, a escrutar las arrugas, pelos y ojos de las figuras, a detenernos en una experiencia de contemplación, tal como aquella que hace muchas décadas quedó atrás para la historia del arte. Es por todo esto que el trabajo de Mueck lo convierte en uno de los grandes escultores recientes.


Muestro una entrevista realizada por Sarah Tanguy, donde mueck habla de su obra “Big Man”. Veamos cómo modela sus esculturas Ron Mueck.

Sarah Tanguy: ¿Cómo y cuándo surgió la idea de jugar con las escalas en tus figuras?

Ron Mueck: Nunca hice figuras de tamaño natural porque nunca me ha parecido interesante. Todos los días vemos gente a tamaño natural.

ST: ¿Alteras la escala para provocar un impacto emocional y psicológico?

RM: Más bien, hago las cosas para que no parezcan tan normales.

ST: Con Big Man, ¿sabías de antemano que ibas a trabajar en una escala gigantesca?

RM: Él no comenzó siendo grande, sino surgió de otra pieza que yo había esculpido, una pequeña figura de un hombre envuelto en mantas, para la que no utilicé ninguna referencia, ni tampoco ningún modelo, sino que salió totalmente de mi imaginación.

En esa época yo trabajaba como artista residente en la National Gallery y ellos tenían una clase de dibujo. Yo trabajé allí y di mis primeras clases, y lo disfruté mucho.
Cuando volví a mi estudio y vi la pequeña figura del hombre envuelto en mantas, pensé, “¿Cómo sería si hiciera lo mismo, pero trabajando con la vida, dándole un aspecto más real?”.
Yo nunca trabajo con modelos vivos. Yo utilizo fotografías o referencias que veo en los libros, tomo mis propias fotografías o miro en mi interior.

Sin embargo, yo intenté encontrar un modelo real, parecido a aquel pequeño individuo envuelto en mantas. Localicé a uno que era físicamente similar, y trabajé en mi estudio con él durante tres horas, hasta que me di cuenta que él no me iba a ayudar a salir adelante con mi proyecto.

Sus miembros no eran lo bastante flexibles. Su vientre tenía su propia forma. Aquel hombre no podía adoptar la postura de mi pequeña escultura. Por otro lado, yo tampoco me sentía bien teniendo un modelo en mi estudio. Me di cuenta de que me intimidaba tener allí a alguien con el que tenía que relacionarme.

Tenía allí a un hombre desnudo y completamente afeitado. Él no tenía ni medio pelo en el cuerpo. Todo eso me impedía estar a gusto. Pensé, “bien, ¿qué hago yo aquí con un hombre desnudo?”.

Así que le pedí que se sentara en una esquina mientras yo pensaba todo esto. Él entonces me sugirió algunas poses y tomó alguna de esas posturas ridículas que suelen realizar los modelos. Eran falsas y artificiales, y me di cuenta de que todo aquello no me servía para nada.

Yo trataba de reunir todo mi valor para decirle que se marchara. Lo miré, allí sentado en la esquina, tratando de decidirme. Él no estaba tan enfadado como lo parece estar Big Man, pero tenía esa misma posición. Y pensé en ese momento, “¡Qué buena idea!”, y así nació la pose de Big Man.

Primero hice un boceto en arcilla de él en esa posición, aproximadamente de un pie de alto. En ese momento pensaba que ese podría ser el tamaño final de la escultura.

Tomé algunas fotografías de lo que hacía, como hago a menudo, porque considero que si fotografío mi trabajo, puedo verlo de una manera diferente. Es como cuando te miras en un espejo, y te das cuenta de todas las imperfecciones y asimetrías, que no puedes ver de otra manera, porque las has mirado durante demasiado tiempo.

Luego, mientras miraba esas fotografías, y en una de ellas, dibujé una pequeña figura que parecía mirar el boceto de arcilla. Así, que a ojo de buen cubero, me di cuenta que la relación a escala entre el boceto de arcilla y la figura dibujada podía ser como de ocho pies. Con el dibujito al lado, a él se le veía muy grande. Y pensé, “bien, puedo intentar hacerlo a ese tamaño”.

Una vez decidida la escala, tomé mas fotografías. Tomé una de perfil, de la que saqué, dibujándolas, las líneas del contorno y todo eso lo llevé a papel. Después dibujé todo en papel marrón a tamaño de siete u ocho pies. Y una vez lo terminé, decidí que lo haría así.

A partir de ese enorme boceto monté la armadura con alambre y lo cubrí todo con yeso.

ST: ¿Es el yeso el que le da esa tonalidad amarillenta?

RM: Yo utilizo un yeso dental más duro que ‘el yeso de París’, que tiene esa pigmentación amarilla, aunque luego lo pinto todo.

Laura Gómez Mejía



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