miércoles, 13 de agosto de 2008

Ciudad difusa - Diana Martínez Gómez

DE: LA CIUDAD COMPACTA Y DIVERSA, FRENTE A LA CONURBACIÓN DIFUSA


El sistema urbano del Valle de Aburrá es un complejo dinámico de comunidades que interactúan con su medio físico, conformando de alguna manera una unidad funcional; sin embargo en este momento de la historia, podríamos decir que dicho sistema presenta de forma clara las características negativas de una Ciudad difusa, preocupada por hacerse más extensa aumentando su complejidad a nivel de construcciones , consumiendo grandes cantidades de energía y otros recursos naturales pero sin preocupación alguna por reponerlos. Una ciudad que muestra franco desarrollo pero que perdió de vista objetivos tan importantes como aquellos de procurar contacto, regulación, intercambio y comunicación que son los que caracterizan una verdadera ciudad.
En el Valle de Aburrá los lugares se extienden y las comunidades se densifican pero para comunicarse ya no es posible acudir a las caminatas peatonales, sino que se requieran extensas e intrincadas vías de comunicación que alejan cada vez más a las comunidades que las conforman. La nuestra es una ciudad difusa que irremediablemente se va difuminando buscando tener cada día un mayor número de construcciones, islas separadas unas de las otras, lejanas, haciendo que para llegar a ellas se precisen largas carreteras y vías que lo único que provocan es el consumo de los pocos recursos naturales que aún posee, un gasto de energía innecesario y el malestar de una comunidad obligada a pensar que para poder recorrerla precisa irremediablemente del uso del automóvil.

En este mismo sentido, para poder hablar de un ecosistema y los factores que lo amenazan, es preciso ahondar un poco sobre una de sus definiciones: Un ecosistema es un sistema constituido por los seres vivos existentes en un lugar determinado con todo su entorno: vegetales, montañas, ríos, animales, insectos y otros; estos constituyen un sistema vivo, y todas las interacciones y relaciones entre ellos, hacen posible que estén vivos. En el caso del ecosistema formado por el Valle de Aburrá es fácil determinar una de sus principales amenazas pues si nos detenemos a mirar un segundo a nuestro alrededor nos percatamos de que las interacciones y relaciones entre los seres vivos y el entorno no es la más adecuada. Se nota el incansable abuso del suelo y de cuanto espacio libre existe, la lejanía entre las comunidades que se han ido construyendo con ladrillo y cemento, se ha hecho evidente. Como consecuencia, la proliferación ilimitada de automotores ha ido llevando al Valle de Aburrá a tomar nuevas decisiones en cuanto a la implementación de su infraestructura vial: Nuevas vías más amplias y extensas. Así decisiones que aparentemente solucionan el problema de las distancias, no hacen más que generar uno nuevo, alejando a los seres pertenecientes al ecosistema y haciendo más difícil que estos puedan interactuar para procurar su supervivencia social y enriquecimiento mutuo. En la mayoría de los casos las comunidades se van alejando, no se conocen, viven cada día el cansancio que produce el estrés de las autopistas y lo peor de todo, caen la monotonía de una ciudad que sólo se entiende en términos de grandes distancias, pocos espacios de encuentro y altos gastos de energía.

Por todo esto, pensar en tipologías urbanas que propicien la polifuncionalidad y la multiplicidad de usos puede ser una buena solución al problema de ciudad difusa que presenta el Valle de Aburrá, pues aunque lo ideal sería mantener extensos espacios verdes intersticiales, la realidad es que se trata de una ciudad en la que la falta de vivienda y nuevos espacios de esparcimiento salta a la vista. Lo ideal sería más bien, lograr un doble efecto de aprovechamiento del suelo con comunidades diversas en zonas estratégicas, pero mezcladas estas con la presencia de vegetales, montañas, ríos, y todos los factores que favorezcan la idea de sistema vivo y autosostenible en el que se mantenga la armonía entre los seres vivos y su entorno.

Finalmente debemos aclarar que en este tema de construcción de Ciudad, la arquitectura y el papel del arquitecto, tiene relevancia sólo cuando se preocupa por los lugares en los que se realiza el emplazamiento y proyección de sus edificios, pues es precisamente ciudad como ecosistema, la encargada de aceptar o rechazar el carácter de cada una de las obras planteadas por el hombre.
Como punto de vista personal, podría decir que el diseño del edificio y su espacio urbano, puede tener influencia desde 2 puntos de vista: primero como la traducción de un entorno y el aspecto social que lo caracteriza y segundo como una creación armoniosa que puede transformar las características negativas de un espacio hasta generar un mejor hábitat social. Es decir arquitectura que se acomoda al entorno o entorno que varía gracias a la presencia de la arquitectura, en cualquiera de los 2 casos una tarea delicada y de gran envergadura y responsabilidad, en la que se busca como fin último la satisfacción de quienes habitan la ciudad.
O sea que hablamos de una estrecha relación entre la situación social, las edificaciones y el espacio urbano, en la que no se trata solamente de pensar en diseños poderosamente formales y variados, sino en unos que generen trascendencia estrechamente relacionada con el espíritu profundo de los lugares y su riqueza natural lo mismo que de sus habitantes.
Arquitectos y arquitectura que saben exactamente que con sus obras nacen lazos invisibles y que con el tiempo y las nuevas experiencias estas se hacen visibles para la comunidad y para los ajenos, haciéndonos caer en cuenta que se ha logrado la armonía entre los seres vivos, la naturaleza y las construcciones o por el contrario, retumbándonos en la cabeza y recordándonos que hemos cometido un error sin precedentes que puede alterar para siempre el ecosistema de la Ciudad.

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