ENTREGA SEPTIEMBRE 19 + 2008
MARIA ISABEL GONZÁLEZ GAVIRIA
Docente Historia y Teoría IV – FAUPB
Se propuso como trabajo de clase, realizar un recorrido de ciudad [a la deriva], sin más expectativas que dejarse sorprender por las realidades que ocurren afuera y que se convierten en permanentes posibilidades de recrear nuevas estéticas, funciones y herramientas. El alumno debía dejarse llevar, un poco por instinto y curiosidad y otro tanto por el rigor que significa una entrega de clase, donde además se permiten infinitas posibilidades de experimentación.
Y entonces ¿para qué se hace este análisis? Estas indagaciones, permitían que el estudiante se interesara por mirar, ver y observar, aquellas realidades que no registra diariamente y que van más allá de lo que cotidianamente conoce y reconoce; y con las cuales, probablemente no esta acostumbrado a interactuar. Esto crearía una conciencia de trabajo y observación bajo la premisa de la reflexión y el sentido por lo mirado. El trabajo responsable y el carácter a la hora de buscar y destacar aquellos elementos de la realidad, los cuales ameritaran ser tomados como parte de este, suponen un panorama diferente al de cualquier otro transeúnte. A su vez, permitirían entender nuevas realidades de adaptación en contextos diferentes y en ámbitos locales, donde la invención no solo supera la fantasía, sino que además se convierte en una puesta en escena de generosas dosis de ingenio.
Por lo anteriormente señalado, sería paradójico concebir un trabajo a partir de la foto que sobró, se encontró en alguna memoria o llegó vía email, ya que esto no permitiría la reflexión a partir de los recorridos y ambientes que no logran reflejarse en una imagen. Captar las realidades que se evidencian y sobre todo ampliar la capacidad de análisis de la realidad circundante, permiten la opinión y abstracción de lo local, dentro del un ambiente global. Igualmente, es absolutamente carente de todo sentido, tomarle una foto a la primera cosa encontrada al azar o simplemente a “cualquier cosa”, ya que de esta forma no se cumplen las competencias que propone el trabajo.
Cada estudiante debía recorrer aquellos lugares no tan habituales, visitados ni mirados: pasillos, callejones, calles cerradas y transitadas, leones y otras especies salvajes que dan la bienvenida, escaleras recorridas, entrecruzadas y a veces eternas, estéticas pasajeras cargadas de tiempos de dolor, sangre, lujos y drogas, que consentían “engallar” la casa y diferenciarse del vecino. Por esos caminos, se podían encontrar aquellas miles de virgencitas que cuidan a propios y extraños, descansar comiendo mango milimétricamente cortado y tomar tinto de termo transportado en ex coche de bebe. Se permitía también ensayar el jabón de la fortuna, la felicidad y el amor, destacado en un fino empaque digno de cualquier diseñador o entrar a alguna tienda de barrio, donde se utilizan todos los centímetros de los M3 para vender, almacenar, dormir, comer, ver televisión y albergar a los 7 miembros de la familia, felices de estar juntos, realmente juntos. Los anteriores, son solo ejemplos, muchas más cosas estaban por destacarse.
Se partía entonces de la idea de buscar, hallar, mirar, observar, contar, narrar, entre otras acciones de encuentro, admiración y descubrimiento. Aquellos elementos, situaciones y objetos, debían ser vistos bajo la invaluable óptica de la reflexión, permitiendo entender de esta forma, parte de los temas vistos en clase, desde la realidad local que indudablemente supera la imaginación y la cual en muchas ocasiones, hay que verla, tocarla y observarla por un buen rato, para aprender de ella un poco.
Reafirmando lo dicho, se trataba de indagar en el día a día, en aquellos elementos cotidianos, adaptados a determinadas situaciones, los cuales pasan desapercibidos por su permanencia omnipresente, por su carácter y por las pocas valoraciones que suelen otorgarles. Esto daría como resultado, descubrir nuevas estéticas, funciones, lujos y herramientas como elementos potenciales para el trabajo arquitectónico que desarrolla cada estudiante, reinterpretando nuevamente, una y otra vez más, estas realidades y acercándolas a sus propios intereses y búsquedas.
Estos recorridos “didácticas”, permitieron situar algunos ejemplos a partir de las “inteligencias colectivas” que menciona la arquitecta española Izaskun Chinchilla. Las adaptaciones populares, miradas no como sinónimo de pobreza y precariedad, sino por el contrario, como situaciones, eventos y momentos que llamaban la atención del estudiante, las cuales al ser analizadas desde una mirada rigurosa del acontecimiento, permiten una futura conceptualización del hecho en otras circunstancias.
De la misma manera y con igual o mayor importancia, se hacía pertinente que los estudiantes rescataran sus ideas en un texto [sin límites máximos ni mínimos], donde contaran el por qué habían destacado y seleccionado de la inmensa realidad, determinados objetos + edificios + situaciones + momentos. A su vez debían expresar como entendían el tema [a veces] complejo de la posmodernidad, desde su mirada, sus conocimientos, sus búsquedas y algo primordial: la realidad local + la adaptación + la cultura popular + la arquitectura.
La libertad de situaciones, sin enfocar el trabajo a algo particular, permitiendo al estudiante sorprenderse espontáneamente por aquello que su mirada no iba buscando; pasaron cuenta: algunos estudiantes no tuvieron la conciencia ni suficiente responsabilidad, para dejarse sorprender y entender que no se trataba de mostrar “colombianadas” como algunos le llaman, ni sacar lo “mañe” en una foto. En esto no consistía el objetivo del trabajo y esto debe quedar muy claro.
No es coherente con la idea como se ha concebido el curso, hacer una entrega sin significado, como algunos estudiantes lo han entendido. Se debía buscar cada realidad sin caer en la mediocridad ni superficialidad, teniendo en cuenta que aquel “objeto de deseo”, destacado, admirado y seleccionado entre miles más, no debía quedarse en la mirada banal del objeto por objeto y la forma como forma; sino trascender con el rigor de entender la realidad cotidiana, desde la reflexión y [si aún no esta claro] desde la responsabilidad como arquitectos en la construcción de ciudad y en las inmensas cualidades plásticas, formales, estéticas, funcionales, etc. Que pasan desapercibidas al no reinterpretarlas ni adaptarlas nuevamente a nuevas circunstancias.
“Grande y mutable es el destino del hombre, y no sólo del hombre, sino de todas las cosas pequeñas y grandes de las que a cada uno le gusta rodearse aquí abajo, y que constituyen tantos reinos minúsculos, sí, pero no menos respetables que los reinos mayores. Aparte de eso, ¿qué es la vida de un hombre comparada con la de los muchos compañeros del hombre?, nos referimos a los muebles, a todos aquellos objetos que fiel y silenciosamente escoltan la vida de un hombre, de una familia, de varias generaciones. El hombre pasa y el mueble permanece: permanece para recordar, para testimoniar, para evocar a quién ya no está, a veces para desvelar algunos secretos celosísimos, que el rostro del hombre, su mirada, su voz, ocultan tenazmente”. MARIO PRAZ, La vida a Subasta.